miércoles, 28 de diciembre de 2016

El inicio de una lucha constante


Siempre tendré grabada en mi memoria las primeras palabras que me dirigió mi madre al confesarle que era lesbiana: “¿Estás segura?”

Y tu, mamá, ¿estás segura que eres hetero? ¿Estás segura que ciertos hombres te atraen, que los besarías y querrías estar el mayor tiempo posible con ellos, entre otras cosas?

Me resulta muy curiosa la reacción sistemática que hace nuestro mecanismo de defensa cuando hay algo que se sale completamente de nuestros anclajes, de nuestros conceptos que consideramos pilares e inamovibles.

Yo misma lo he vivido en infinidad de ocasiones, pero ahora al reconocerlo casi que me gusta, lo disfruto. Romper antiguos prejuicios no es más que crecer como ser humano.

Y volvamos, que me lío.

¿Por qué al amar a una mujer tengo que estar menos segura que si amara a un hombre? 

La situación se acrecienta cuando ya tienes novia estable desde hace años, vivís juntas… Y te pide matrimonio. 

“¡Sí, claro que quiero!” respondes entre aplausos y risas de tu futura mujer y la gente que te quiere.

Pero llega un punto en que crees que sólo tu misma y tu pareja sois la que estáis seguras que vivís un amor real, tan válido como cualquiera.

Reacciones muy recientes de la pasada navidad: 

 “¿Así que eres su “amiguita”?

¿¿Amiguita?? ¿¿en serio?? “Hay que entenderla que es muy mayor y eso le viene de nuevo” Respiras hondo y sonríes por respeto, el que esta persona no ha tenido con vosotras.

“¿Estás segura? Eres muy joven” (Creo que es la frase más recurrente) Cuando las mismas personas que lo dicen (sí, ha habido más de una) se casaron incluso antes de tu edad actual y llevaban menos tiempo con su pareja.

Y me temo que aunque llevemos 10 años casadas, con X hijxs, hipoteca, coche, etc. Aún dudarán que seamos una pareja válida, real. 


Queda mucho por recorrer, pero como se dice coloquialmente: “me va la marcha”.

lunes, 5 de diciembre de 2016

Una motivación, un fin

No sé si os ha pasado alguna vez que pensáis "haré esto, haré aquello y, como resultado, obtendré X".

Pero la realidad es que acabas en la cama/sofá viendo tu capítulo favorito de esa serie que tanto te gusta, comiendo palomitas que se hacen en apenas 3 minutos en el apreciado electrodoméstico para procrastinadorxs: el microondas.

El pensar una cosa y hacerla depende de muchas variables, pero he llegado a un punto en común en esas veces que realmente llevas a cabo algo: motivación intrínseca y un fin acotado y realista.

¿Por qué he empezado el post de esta manera tan abrupta, a dónde quiero llegar?

Pues mi meta, mi fin y mi motivación el año que viene espero que confluyan para realizar un "challenge" que me he propuesto a mi misma: leer 45 libros y compartir mis impresiones con vosotrxs.

¿Qué os parece? Hay pocas cosas que me gusten más que compartir opiniones y si son literarias, aún mejor.

Se aprende mucho y la visión del libro que una tenía al terminarlo habitualmente se complementa con otras maneras de interpretarlo.

Publicar en un blog es algo muy nuevo para mi, iré aprendiendo al vuelo y me encantaría que dejarais constancia de alguna manera (ya sea vía comentarios, vía email, vía "random") de qué os parece el blog.

¿Hasta la próxima!

Tempesta






Indefensión Aprendida

Hay tantas realidades como personas. 

Realidades que son percibidas de maneras distintas por dos personas que están prácticamente en el mismo ángulo de visión. Realidades creadas a partir de un prisma en concreto y ya no decir realidades manipuladas por interés de ciertos individuos. Podría(mos) estar hablando de ello hasta quedarnos sin visión y aún así nos quedaríamos con la sensación de habernos dejado algo, con total seguridad.

Hoy me referiré a mi misma, en un tema concreto que se está convirtiendo en recurrente, aunque eso despierte mucha incomodidad en mi. Es mi realidad y la percepción de ella es totalmente expuesta a infinitas variables (fisiológicas, psicológicas, largo etc.) cuando el suceso acontece.

Aquí os expongo de manera rápida una de las situaciones:

Salgo del ferrocarril (fgc) concentrada en encontrar el billete suficientemente rápido como para no entorpecer a la persona que venga detrás de mí. Pico con la eficiencia que te otorga la rutina y noto que alguien me empuja por detrás para poder pasar.
Otras veces no me han empujado, pero el hecho es el mismo. 

Si esa persona debe colarse por motivo X, como mínimo que pida permiso.

¿Qué hacemos el 90% de las veces? Ser pasivxs. "Uy, se ha colado, me incomoda pero paso." Este pensamiento evitativo se podría dar en mil situaciones incómodas del día a día que, sobretodo las mujeres, dejamos pasar para no "incomodar".

Pues no, estoy harta. Y como tal, no tolero que alguien me empuje para colarse.

Y es ahí cuando surge el conflicto: el 90% de las veces han sido hombres que me miran con superioridad y me insultan o se me encaran. El último me dijo textualmente: "yo hago lo que me sale de los cojones".

Ha habido cierta intención de agresividad física, pero hasta la fecha no se ha materializado.

Me pregunto si eso se lo hubieran hecho a un hombre (eso sobretodo, una mujer se supone que es sumisa-pasiva y en ningún caso se encara) de 1'80, con complexión normal o robusta.

Yo, una mujer de 1'65 a los sumo, no soy más que un ente débil e inofensivo. Carne de insultos e infravaloraciones por el hecho de serlo.

Y estoy harta. Y me hace ser consciente de como un hecho tan pequeño puede llevarte a pensar qué indefensas nos sentimos y nos hacen sentir. 

Y lo peor es que esa indefensión, en muchos casos, es aprendida.